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En la primera parte de éste tema, Entendiendo el Globalismo Parte I, les contamos sobre los orígenes y cimientos sobre los cuales se empezó a entretejer todo el marco del globalismo, que resulta necesario conocer, para entender lo que le vamos a contar en esta segunda entrega sobre el tema.

¿Es todo esto, “una conspiración”?

Si conspirar es reunirse con otros para torcer la voluntad de un tercero o de unos terceros, entonces por supuesto que es una conspiración.

Toda nuestra sociedad es conspirativa. La conspiración es el método por excelencia de los partidos políticos o de los publicistas. Si conspirar es forzar las voluntades para que las personas actúen contra sus intereses, para inducirles a comportase de modo que redunde en beneficio de los conspiradores, entonces el globalismo y todo lo que encierra sí es una conspiración.

Recordemos que todo esto tenía inicialmente un ingrediente, “el secretismo”, y eso convirtió todo en “teoría conspirativa”, pero hace tiempo que quienes conspiran no se preocupan de esconderse ni de disimular sus maniobras. No se necesita la oscuridad cuando se posee la ONU, la Unión Europea, la OMS, la OIT y el BOE, entre muchas otras.

Con todo, la pregunta sigue en el aire: ¿qué es lo que busca el globalismo? ¿Es solo el poder por sí mismo?

Las respuestas son complejas. El ser humano rara vez se mueve por una sola razón, sino más bien por varias, que suelen superponerse o complementarse. Por eso, aunque el del poder no sea desdeñable, el objetivo es también ideológico. Los globalistas quieren construir un nuevo mundo, en la creencia de que la senda que hemos transitado hasta ahora es errónea, y nos ha llevado a un callejón sin salida. Ese proyecto de nuevo mundo es conocido como Nuevo Orden Mundial, un concepto que rebasa con mucho la idea de un mero ordenamiento de política exterior para incluir un relleno ideológico muy preciso. Con todo, no olvidemos un extremo muy importante: todo esto afecta fundamentalmente a Occidente.

Porque, en otras latitudes, los supuestos de la ideología imperante hoy en nuestra parte del mundo no tienen acomodo. El Nuevo Orden Mundial se construye sobre una serie de pilares:

En lo ideológico, la supresión de la culturas nacionales a través del multiculturalismo, segura vía a la destrucción de Occidente. Hay que borrar las fronteras e impedir toda protección nacional. Esa destrucción cultural viene acompañada de la supresión de la moral social tradicional para ser sustituida por moralidades parciales o por la ausencia de toda moral.

En lo económico, un capitalismo liberal o un capitalismo público, tanto da, que desemboque en un capitalismo transnacional: ese es el objetivo. Hay que eliminar la protección a los nacionales. Será el fin de la propiedad y el del dinero.

En lo espiritual, el sincretismo religioso habrá de sustituir al cristianismo por la Nueva Era, una especie de espiritualismo aconfesional; por el agnosticismo; y, sobre todo, por el indiferentismo. Se busca la colaboración del propio cristianismo mediante una reinterpretación del ecumenismo que iguale a todas las religiones y mediante la asimilación al mundo. Se busca, en definitiva, la colaboración del propio cristianismo para su autodestrucción.

Para alcanzar esos objetivos, el globalismo se sustenta en una ideología que no está sistematizada, y por tanto no podemos considerarla de la misma forma que hacemos con el marxismo o con el liberalismo; como se ha dicho, no es una construcción intelectual sistemática, sino un conjunto de aportes que reúne una concepción del mundo materialista, procedente de una corriente izquierdista (marxismo cultural) y de una corriente derechista (liberalismo globalista, popperianismo). Son las dos caras del globalismo —complementarias, más no enemigas como pretenden hacernos creer—, más allá de querellas familiares inevitables. De lo dicho hasta ahora, es posible que usted haya sacado una idea tumultuosa, inconcreta, confusa.  Y claro, es confuso…, el globalismo no se presenta como una formulación canónica, sistemática. Pero sí pueden listarse sus características, lo que quizá ayude a comprender en qué consiste el Nuevo Orden Mundial.   El vínculo esencial que une a los globalistas es el neomalthusianismo; si tuviéramos que definir el globalismo, o hallar el mínimo común entre ellos, ese sería la idea de que existe demasiada gente en el mundo.

Karl Popper

Todas sus acciones las acometen desde ese supuesto, tanto la promoción del lobby LGBTI, como el aborto o la inmigración. Se trata de promover la esterilidad.   En el ámbito de lo práctico existe un elemento crucial, de carácter religioso: el ecologismo. La sobreexplotación de los recursos resulta esencialmente censurable por cuanto daña la Tierra. Esta se convierte en objeto de adoración, a la que el ser humano debe plegar la consecución de sus necesidades. No es la creación para el hombre, sino el hombre para la creación. Primero, el planeta; luego, lo demás. A través de este mecanismo, hoy ya asumido desde las instancias oficiales como un dogma nuclear, la lucha contra el cambio climático se constituye como el centro de la acción política mundial.

Su insospechada funcionalidad apenas tiene precedentes, pues es de aplicación desde los impuestos hasta el control de población.   El globalismo pretende superar las viejas fronteras, reflejo de unas identidades que hay que borrar. Por tanto, los estados-nación deben ser suprimidos y, con ellos, las formas de vida tradicionales. Su soberanía es cedida a estructuras supranacionales público-privadas que dirigen la construcción de un capitalismo transnacional, en donde la democracia es apenas un mecanismo de ratificación de las decisiones de esos poderes; en la medida en que las instituciones transnacionales —que no han sido elegidas sino por la casta plutocrática— toman las decisiones trascendentales, la democracia se convierte en una farsa.

La población ya solo tiene capacidad de elegir a los ejecutores de las decisiones que se adoptan en Washington, en Bruselas, en Ginebra o en Nueva York.    El mecanismo para la destrucción de los estados-nación es la promoción del multiculturalismo (que con frecuencia se confunde interesadamente con el pluriculturalismo) a través de la inmigración. El primero aboca al conflicto, al defender la licitud de que los inmigrantes reproduzcan sus propias leyes, costumbres y normas, al margen de las que rigen en las sociedades de acogida.

La idea de que una misma ley debe regir un mismo espacio desaparece. Y no pocas veces termina exigiendo la destrucción de la cultura autóctona, de su identidad étnica y de su forma de vida y valores. Podrían añadírsele más elementos, pero básicamente estos son los comunes. Y esta es la política que han asumido la práctica totalidad de los estados occidentales: globalismo económico y político, multiculturalismo e inmigración, ideología de género, ecologismo y feminismo.

Pese a compartir una cierta homogeneidad ideológica, los numerosos organismos globalistas presentan una diversidad de intereses muy marcada. Así, las pretensiones de George Soros y las de Bill Gates no son las mismas y, en ocasiones, pueden colisionar, como sucede en el caso de China, defendida por el segundo y detestada por el primero. El globalismo no es en modo alguno un frente unido y exento de contradicciones.

Aunque la realidad no está privada de retos y dificultades, son las propias exigencias neomalthusianas las que causan el problema; el control de la población, los anticonceptivos, el aborto, la imposibilidad económica y psicológica de tener más hijos, generan un envejecimiento de la población al que hay que dar respuesta. Pero ese envejecimiento solo se puede revertir teniendo más hijos… o impulsando la llegada masiva de contingentes de población juvenil procedentes de áreas en las que la población joven presenta excedentes muy elevados. Desde el punto de vista globalista, es indudable que este proceso resulta ventajoso: en primer lugar, se evita el crecimiento demográfico, objetivo básico; en segundo, se deprimen los salarios, de lo que los poderosos se lucran; en tercero, se sustituye la población autóctona, con su homogeneidad y su sentido de pertenencia a la comunidad nacional, por una mezcolanza multicultural cuyo resultado es el de privar de sentido de identidad a todos; no para crear una nueva, sino para negarlas todas.

¿Cómo consigue el globalismo sus fines? A través de instituciones mundiales o regionales, bien públicas, bien privadas; o bien, como ya dijimos, público-privadas. Desde las fundaciones se controla la información en todo el mundo occidental, sean diarios digitales, sean televisiones o sean las redes sociales, para lo cual esas fundaciones crearon y financian el Instituto Poynter y los fact checkers.   La ONU, hoy, se ha convertido en un organismo que impone las políticas de género en todo el mundo, las políticas antinatalistas y las políticas globalizadoras. La ONU está compuesta por una notable cantidad de agencias, como la FAO o la UNESCO, destinadas a dar cobertura intelectual y ejecutiva a los propósitos del globalismo. En los últimos meses y años es de destacar la OMS, agencia de la ONU especializada en la salud.   

El FMI. A partir de Bretton Woods, cuando los países tienen déficits en sus balanzas de pagos, deben financiarlos a través de las reservas internacionales o mediante el otorgamiento de préstamos que concede el Fondo Monetario Internacional. Para eso fue creado. Para tener acceso a esos préstamos los países deben acordar sus políticas económicas con el FMI. Se estableció que los préstamos que cada país solicitaba a éste, solo podían ser destinados a cubrir los déficits temporales de balanza de pagos, y se le daba a cada país deudor un plazo de pago de tres a cinco años. La consecuencia es que el 2% de la población del mundo tiene en sus manos el 51% de la riqueza mundial, y el 85% de esta se encuentra concentrada en tres grandes zonas: Estados Unidos-Canadá, algunos países de Europa occidental (Gran Bretaña, Francia, Alemania, Suecia, Noruega, Finlandia, Alemania, España, Italia, Grecia, Islandia) y Asia-Pacífico (China, Japón, Australia).   

Las grandes fundaciones privadas: sobre todo las promovidas por Bill Gates, por Ted Turner, por Rothschild, por Rockefeller o por George Soros, se dedican a extender el aborto, la contracepción y la ideología de género, además de promover la inmigración masiva e ilegal. Estas fundaciones son determinantes, porque son las que han hecho posible que los gobiernos implementen las políticas de género o las que han impulsado el ecologismo ideológico y normalizado el aborto; su abrumador dominio de los medios de comunicación les ha permitido moldear un imaginario social favorable a todas estas políticas.    

Las estructuras transnacionales oficiales, como la Unión Europea, que está haciendo un papel de primer orden como laboratorio experimental del globalismo.    Las estructuras transnacionales más o menos secretas o, si se prefiere y como ellos dicen, discretas: la masonería, de importancia aún en muchos países latinos, mediterráneos y americanos; u organizaciones como la Trilateral, como el Club Bilderberg o, sobre todo, como el CFR.    Las ONG´s, como las muy famosas dedicadas al ecologismo, juegan un papel esencial también, por cuanto son proveedores de la ideología oficial, junto a las asociaciones feministas, e impulsoras prácticas de los flujos migratorios hacia Europa.

Los magnates

Son los verdaderos impulsores del globalismo en esta tercera década del siglo XXI. Se trata de actores individuales que, si bien no aislados, no siempre actúan de modo coordinado. Pero tampoco hace falta. Los ámbitos de actuación son muy diversos; no podemos ocuparnos de todos ellos, pero vamos a hablar de George Soros.

George Soros

Si hay algunos agentes mundiales que hayan destacado por su labor globalista en los últimos años, sin duda debemos señalar a George Soros y Bill Gates. Ambos han estado muy presentes en la vida pública, y han sido acusados desde diversas instancias de interferir de modo ilegítimo en el normal desarrollo de los acontecimientos. Esa acusación no ha causado la más mínima mella en el caso de George Soros, quien ha admitido abiertamente el grueso de dichas imputaciones.

Con todo, no comprenderíamos lo que está pasando si interpretáramos los movimientos de la élite como dirigidos a la obtención de beneficios económicos. Su exuberancia en ese terreno les exime de cualquier sospecha; el objetivo de los globalistas es el poder, no el dinero, alimentado además por pensamientos y sentimientos que arrastran seguramente desde muy niños, de odio hacia  ciertas razas o naciones, o ideas que les fueron impuestas de generaciones anteriores, y que hoy heredan a sus descendientes.    De hecho, Bill Gates y Warren Buffet —dos de entre las cinco principales fortunas mundiales— impulsan «The Giving Pledge», una iniciativa que persigue que los multimillonarios donen el grueso de sus fortunas —bien en vida o a su muerte— para ayudar al diseño del mundo futuro, al Nuevo Orden Mundial.  

Es notable la cantidad de personas que persisten e insisten en su creencia de que el verdadero impulso de los globalistas es la obtención de más dinero por adoración misma al poder económico y al bienestar personal.

Tampoco para George Soros, como ocurre en el caso de Gates, se trata de una cuestión de interés económico. Hace mucho tiempo que Soros —un nonagenario— no piensa en términos de ganancias en dinero. Ciertamente la avaricia tuvo su asiento en la biografía del magnate judeo-húngaro, pero una vez construido éste como personaje internacional, aquella avaricia inicial se convirtió en ambición de poder y ver realizadas sus ideas en todo el mundo. Naturalmente, el poder para Soros no es un objetivo vacío de significación ideológica; al contrario. Nacido en el seno de una familia judía en la que su padre era un ardiente defensor del esperanto, heredó las aspiraciones internacionalistas del progenitor.

La familia, que sobrevivió a la dura persecución antisemita en Hungría durante la Segunda Guerra Mundial, cambió su nombre originario «Schwartz» por el de «Soros», un palíndromo que en esperanto significa «el que se elevará». Exiliado en Gran Bretaña, se convirtió en discípulo de Karl Popper. Pero no parece que su estancia en el Reino Unido despertase en él lealtad alguna hacia ese país, por cuanto en 1992 —convertido treinta años atrás en especulador financiero— logró que la moneda británica saliese del Sistema Monetario Europeo, ganando 1.000 millones de dólares en la operación y sirviendo los intereses de la élite liberal thatcheriana. Se hizo socio de sir James Goldschmidt y de Lord Rothschild, quienes trataban de evitar que Alemania aglutinase la economía europea y estrechase sus lazos con la Rusia recién salida del comunismo. De hecho, al año siguiente intentó hundir el marco alemán, generando una enorme incertidumbre.

Porque lo que Soros pretende es impedir una Europa poderosa. Su posicionamiento anticomunista es inequívoco. Soros apoyó a los movimientos de oposición tras el telón de acero, financiando al sindicato Solidaridad —que tan eficaz fue en la lucha contra el dominio comunista en Polonia— y también a Václav Havel. Desde entonces, se ha interesado enormemente por el mundo oriental europeo, tratando de imponer una estrategia de fragmentación en esa región y, sobre todo en los últimos años, de debilitamiento de Rusia. Durante el desmantelamiento de la Unión Soviética, a Moscú se le prometió que, a cambio de deshacerse del comunismo, los occidentales se mantendrían alejados de las fronteras de los países de la antigua URSS. Ninguno de ellos entraría en la OTAN, y los fronterizos serían neutralizados al no serles permitido formar parte de ningún bloque; pero los occidentales han venido incumpliendo esa promesa sistemáticamente. Y uno de los instigadores de esa política ha sido Soros. Es ampliamente conocida la enorme inversión de Soros en inculcar la idea del calentamiento y cambio climáticos, para lo que ha utilizado a Greta Thunberg y financiado a muchas ONG´s que tratan esa supuesta amenaza, algo que muchos conocedores por supuesto, desmienten.

Desde el año 2000, Soros financia las llamadas «revoluciones de color», empezando por la de Serbia de ese año; luego, la «revolución rosa», en Georgia, en 2003; la «revolución naranja», en Ucrania, en el 2004; la revolución de los Tulipanes en Kirguistán, en 2005. Y otra docena larga de revoluciones en las que, en todas ellas, se agitó un nacionalismo antirruso y prooccidental.

Soros también jugó un papel en el catastrófico episodio conocido como Primavera Árabe, orquestado desde Washington a fin de enfrentar a los musulmanes entre sí y frenar la creación de una banca islámica independiente del dólar, un organismo nacionalizado de corte islámico, básicamente en manos iraníes, sirias y libias (que fue la razón que precipitó la intervención estadounidense, a instancias de Goldman Sachs y el grupo Rothschild).

El papel de Soros en este asunto consistió en coordinarse con la NED (National Endowment for Democracy) y la CIA para fortalecer a las organizaciones izquierdistas a través de sus ONG´s; en particular, impulsaron la candidatura de El-Baradei en Egipto, conocido globalista y premio nobel de la paz 2005, y que terminó resultando frustrada: a Mubarak le sucedió un gobierno fundamentalista, más tarde depuesto por otro gobierno militar. Ese gobierno no era tampoco ajeno a los intereses globalistas: Soros está financiando a diversos grupos ligados a los Hermanos Musulmanes.

El resultado de la llamada Primavera Árabe fue el caos en la región, la generalización de la violencia en el Próximo Oriente y el norte de África y el surgimiento del Estado Islámico, que durante años asoló la región entre Siria e Irak y que sigue haciéndolo en diversas partes del mundo musulmán.

A George Soros se le calcula una fortuna de algo más de 25.000 millones de dólares, dos terceras partes de la cual las tiene invertidas en sus fundaciones Open Society, desde las que actúa favoreciendo la causa del libre mercado no sujeto a restricciones nacionales. Desde hace casi treinta años, forma parte del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), piedra angular del poder globalista en el mundo. El proyecto de Soros —que fue sostenido por Washington hasta la llegada de Donald Trump a la presidencia y que ha sido retomado después— está canalizado desde lo que se conoce como USAID, una agencia ligada al Departamento de Estado. USAID ha contribuido a la desestabilización de Hispanoamérica, con los resultados conocidos, y a las revueltas árabes y a las dirigidas contra Rusia. Para ello, USAID dispone de NED (National Endowment for Democracy) que, como ellos mismos admiten, se dedica a «lo que hace veinticinco años llevaba a cabo la CIA», y que recibe subvenciones de grupos privados, entre los que destacan las fundaciones de Soros.

Las revoluciones en el Próximo Oriente y en el norte de África también le han procurado una supremacía económica, política y financiera, obteniendo un acceso a los recursos minerales y petrolíferos, así como adjudicaciones de infraestructuras. Pese a la oposición de Francia, a quien afecta la ambición de Soros en el continente negro, su penetración en África ha sido fulgurante. El modo de operar es siempre el mismo: tras enviar ONG´s a esos países, a las que se dota de grandes cantidades de dinero, comienzan a destaparse escándalos de corrupción entre la élite de la nación, al tiempo que un movimiento ciudadano preparado de antemano se lanza a las calles a exigir el fin del gobierno. Un movimiento, ni que decir tiene, apoyado por las ONG´s. Las de Soros.

En un par de ocasiones su relación con Estados Unidos, país del que —no lo olvidemos— es ciudadano, se ha desenvuelto de modo conflictivo. Soros se distanció a comienzos de siglo de George Bush, pese a que compartían intereses comunes; y más tarde se enfrentó a Donald Trump, contra el que orquestó y financió Black Lives Matters y Antifa, con el expreso propósito de derribarlo, lo que hasta ahora logró.

Soros ha sido siempre un decidido partidario de los demócratas, partido que colonizó junto con Hillary Clinton y los radicales de los sesenta para transformarlo en un instrumento al servicio del globalismo. Como se ha dicho, Soros lleva años financiando a grupos radicales, desde activistas negros hasta antifascistas, a fin de promover la inestabilidad en su país. Uno de ellos ha sido Black Lives Matter, pese a los desmentidos oficiales, que estaba en el origen de la protesta destinada a derribar a Donald Trump.

El objetivo de Soros era sacar de la Casa Blanca a Trump para que Estados Unidos volviera al sistema de relaciones internacionales anterior y terminase con las políticas proteccionistas del neoyorquino. Para ello, Soros financió a los movimientos expresamente contrarios al expresidente de Estados Unidos como Not My President o Shame, además de promover la llamada «Marcha de las Mujeres», que tuvo lugar por primera vez en enero de 2017, casualmente al tiempo que Trump tomaba posesión. Una curiosa protesta contra un presidente que no había comenzado a gobernar.

Una de las actividades más reconocibles de George Soros ha sido el impulso a la inmigración en todo el mundo. Nadie ignora que es él quien ha estado detrás de las caravanas que, desde Centroamérica, se han enviado a la frontera sur de Estados Unidos. Pero, sin duda, la acusación más contundente es la del presidente de gobierno húngaro, Víctor Orban: Soros no solo está detrás de las riadas de ilegales que cruzan el Mediterráneo, sino que se inmiscuye en cuestiones internas de los estados.

Consideremos, de momento, la cuestión de la inmigración. Entre las muchas tareas asignadas por Soros a sus ONG´s, destaca por su importancia la de la creación de canales, complementarios con los de las mafias, para impulsar la emigración ilegal a través del Mediterráneo. Dicha emigración, dirigida hacia el sur de Europa, ha tenido además la consecuencia de enfrentar a un determinado número de países de la Unión Europea con la mayoría adicta a Bruselas. Ese, sin duda, es uno de sus propósitos colaterales: la destrucción de la Unión Europea, tal y como el propio Soros lleva pronosticando desde 2016. Las organizaciones que actúan junto con las mafias en el Mediterráneo están todas alineadas con el proyecto globalista. Una de las principales, MOAS (cuyas siglas significan «Estación de Ayuda a los Migrantes en Alta Mar»), está ligada a un empresario, Christopher Catrambone, importante donante de la campaña de Hillary Clinton en 2016.

Otro de sus colaboradores es Avaaz.org, brazo europeo de Moveon.org, ONG estadounidense de George Soros, y actualmente uno de los principales sustentos del movimiento Black Lives Matters, y que nunca ha escondido un radical posicionamiento antiTrump.

Y Save the Children —financiado por Open Society Foundation— ha sido relacionada por la fiscalía italiana con las mafias de tráfico de inmigrantes, y ha venido operando a través del barco Astral, propiedad de Open Arms y cedido por el multimillonario Livio Lo Monaco. La connivencia entre las ONG´s de Soros y las mafias de tráfico de personas en el Mediterráneo es algo más que materia de especulación. El director de Frontex, Fabrice Leggeri, ha señalado que «algunas ONG´s hacen de taxis para el tráfico de seres humanos», mientras un fiscal italiano que investigó dicho tráfico, Carmelo Zuccaro, estableció que «algunas oenegés podían estar recibiendo financiación y ayuda de las mafias de tráfico de seres humanos; me consta que hay contactos entre unos y otros».

Los principales buques, como el Aquarius y el Dignidad 1, sin embargo, son tripulados por Médicos Sin Fronteras, también propiedad de la Open Society. La pretensión de que su ayuda es simplemente humanitaria y que no persigue ningún otro fin se ha visto más que cuestionada. Recientemente, el responsable en España de esta organización internacional ha declarado que hay que incrementar el efecto llamada para atraer más emigración.

Médicos Sin Fronteras proclama que sus actividades solo tratan de aliviar situaciones de emergencia humanitaria, sin intenciones ulteriores. Pero a la luz de sus propias declaraciones tal pretensión resulta poco creíble. La realidad es que, explícita o tácitamente, estas ONG´s organizan el tráfico de seres humanos en el Mediterráneo. Son ellos, junto con las mafias, quienes provocan el fenómeno que dicen querer combatir. Incrementando el problema, incluso han recabado y obtenido la ayuda de algunos estados, como sucedió en los casos del Reina Sofía, de la marina española.

El vínculo común a todos ellos es el magnate George Soros. Soros, pese a su posición contraria a la Unión Europea, se ha ocupado de encontrar amplio respaldo en las instituciones comunitarias. Poco antes de la irrupción de la pandemia, la publicación francesa Valeurs Actuelles informaba del modo en que Soros se había asegurado el control del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, el conocido como Tribunal de Estrasburgo.

Lo extenso de todo esto, y el no poder omitir cierta información, nos obliga a tener que parar aquí, prometiendo desde ya una tercera parte de ésta saga, que es totalmente real y verificable.

Para cerrar, vamos a introducir el concepto de “patriotismo”, o del “movimiento patriota”, que es justamente todo lo contrario al globalismo, al que en algunas regiones del orbe han llamado “movimiento conservador”, “conservadurismo” o “antiglobalismo”.  No se puede ser contrario a lo que no se conoce, por eso nos hemos interesado en que éste tema se conozca y se divulgue, y a partir del conocimiento cada persona pueda ubicarse voluntariamente como globalista o conservador y patriota, que como ven, no es tan solo una etiqueta nacionalista que algunas personas suelen ponerse estando en total ignorancia de lo que significa y lo que representa.

Por admin

4 comentarios en «GLOBALISMO (Parte II)»

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